Ha sido uno de los grandes desastres en lo que se refiere al derrame de petróleo en el oceáno y por ende, una de las mayores preocupaciones para los ambientalistas dadas las consecuencias que tales toneladas de crudo tendrían en el Golfo de México, tras la explosión de Deepwater Horizon.
Es que la cantidad no fue poca, sino que la no despreciable cifra de cuatro millones de litros que cayeron al mar, junto con gas natural en abril del 2010. Desastre que además de costar la vida a los trabajadores, produjo serio peligro para las especies habitantes del lugar. Sin embargo, hoy parece haber una buena nueva y es que según investigadores de la Universidad de Rochester y Texas A&M, gran parte del crudo que quedó en el sector, fue consumido por las bacterias.
La gran cena que se habrían dado las bacterias, equivale, nada más ni nada menos, que a 200 mil toneladas de crudo y gas , las cuales con anterioridad estaban atrapadas en ciertas profundades de más de 0,8 kilómetros, lugar donde comenzaron con el tenedor libre.
“Estas bacterias viven naturalmente en el Golfo. Una vez que consumen el crudo y el gas, pueden convertirlos en dióxido de carbono o usarlo para crecer y reproducirse”, según John Kessler, uno de los principales autores del estudio y perteneciente a la Universidad de Rochester. Al mismo tiempo, este expresó que el consumo se detuvo cinco meses después del derrame, pero que no tienen claro si es que ahí terminó el vituperio por parte de las bacterias o si bien se trataba de un descanso previo al postre.
Ahora, para quienes se preguntan cómo hicieron este cálculo de la cantidad consumida por las bacterias, los científicos indicaron que se trató de una estimación referente a cuánto oxígeno fue retirado del oceáno, pues “cuando las bacterias consumen crudo y gas, utilizan oxígeno y liberan dióxido de carbono al igual que nosotros cuando respiramos. Y cuando las baterias mueren y se descomponen, este proceso consumen aún más oxígeno. Ambos procesos extraen oxígeno del agua”.
Finalmente, se calcula que el 40% del total que estaba en esas capas, aún queda en aquellas profundidades luego de septiembre, mes en que se detuvo la gran cena de las bacterias. Dato que por lo demás, contribuye aún más a este estudio, mismo que aporta trascendentalmente con la variación de la actividad de los derrames y su consumo posterior, lo que será fundamental para saber o predecir los comportamientos en futuros – es de esperar que no sucedan- desastres.
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El accidente de la gigantesca plataforma Deepwater Horizon, de la British Petroleum (BP) dejó una gran herida a 1.500 metros en el fondo marino. La herida fue tapada después de haber derramando 5 millones de barriles de su desastrosa y densa hemorragia durante 100 días ahogando a la biodiversidad de ese rico ecosistema marino. El flujo oleoso que emanó desde la profunda arteria ascendió lentamente hasta la superficie y se varó en las playas del golfo alojándose bajo la arena cada vez que se producía el ciclo de las mareas.
Millones de litros permanecen en la columna de agua en inmensas burbujas; otros yacen en el fondo del mar como consecuencia del remedio dispersor que se aplicó indiscriminadamente en la salida del torrente oleoso; medicina altamente tóxica y tratamiento mal aplicado en esas profundidades, todo con fin de evitar que el fluido viscoso subiera hasta la superficie y avanzara hacia los bordes costeros y manglares de esa rica zona de recursos hidrobiológicos de alta sensibilidad ecológica.
El clima fue un muy buen aliado para las operaciones de limpieza y descontaminación, ya que permitió contener y confinar parte del crudo que se encontraba a la deriva y que luego fue incinerado en las aguas del golfo, cuyas trombas de gases y humo negro ascendieron hacia el espacio contaminando el aire y colaborando al mimo tiempo al calentamiento global.
José I. Ramírez
Experto en Prevención de Riesgos
Marítimos y Preservación de MAA.