El tsunami de Japón en marzo de 2011 destapó una oleada de negligencias relacionadas con el desastre nuclear que originó. Un estudio científico, liderado por españoles, ha detectado por primera vez las plantas atómicas más susceptibles a sufrir los efectos de un tsunami. En total están en zonas peligrosas 23 centrales, incluida Fukushima I con 74 reactores, localizadas en el este y sureste de Asia.
Los tsunamis son sinónimo de destrucción de ciudades y hogares y, desde el que azotó la costa japonesa en marzo de 2011, también sabemos que provocan desastres nucleares, ponen en peligro la seguridad de la población y contaminan el medioambiente. Como estos fenómenos son todavía difíciles de predecir, un equipo de científicos ha evaluado las zonas “potencialmente peligrosas” con centrales nucleares terminadas y en construcción.
En el estudio, que se ha publicado en Natural Hazards, los investigadores trazaron un mapa de las zonas geográficas con mayor riesgo de grandes tsunamis en el mundo. Basándose en estos datos, se han identificado 23 centrales nucleares –incluida Fukushima I– con 74 reactores en áreas de alto riesgo. De ellas, 13 centrales con 29 reactores están activas; otras cuatro, que ahora cuentan con 20 reactores, se están expandiendo con nueve más; y hay siete nuevas centrales en construcción con 16 reactores.
“Se trata de la primera visión de la distribución mundial de centrales nucleares civiles situadas en primera línea de costa y expuestas a tsunamis”, asegura a SINC José Manuel Rodríguez-Llanes, coautor del estudio e investigador en el Centro de investigación en Epidemiología de Desastres (CRED, por sus siglas en inglés) de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Los autores se basaron en el registro histórico, arqueológico y geológico, además del instrumental para establecer el riesgo de tsunamis.
A pesar de que el riesgo de estos desastres naturales amenaza a prácticamente toda la costa oeste del continente americano, la costa atlántica hispano-portuguesa y norte africana, el Mediterráneo oriental y zonas de Oceanía, es sobre todo en el sur y sureste asiático donde la amenaza es mayor por la presencia de centrales atómicas.
Para Debarati Guha-Sapir, también coautora del estudio e investigadora en el CRED, “el impacto de los desastres naturales se está agravando, debido a su creciente interacción con instalaciones tecnológicas”.
Unos 27 de los 64 reactores nucleares que en la actualidad están en construcción en el mundo se encuentran en China, lo que demuestra la inversión masiva en poder nuclear del gigante asiático. “Pero más importante aún es el hecho de que 19 –dos de ellos en Taiwán– de los 27 reactores se están construyendo en zonas identificadas como peligrosas”, afirman los autores en el estudio.
En el caso de Japón, que en marzo de 2011 sufrió las consecuencias del mayor tsunami de su historia, son siete las centrales que están en riesgo con 19 reactores, de los que uno está en la actualidad en construcción. Corea del Sur está ahora expandiendo dos centrales con cinco reactores en riesgo. India (dos reactores) y Pakistán (un reactor) también podrían sufrir las consecuencias de un tsunami en sus centrales.
“El emplazamiento de instalaciones nucleares no sólo tiene implicaciones para los países que las alojan sino que también compete a los territorios que podrían verse afectados en caso de fuga radioactiva”, subraya a SINC Joaquín Rodríguez-Vidal, autor principal e investigador en el departamento de Geodinámica y Paleontología de la Universidad de Huelva.
Según el trabajo, se deberían aprender lecciones del accidente de Fukushima. Para los autores, la prevención y los estudios científicos previos son las mejores herramientas para evitar este tipo de desastres. “Pero desde el tsunami de 2004 en el océano Índico no se han tomado medidas políticas efectivas”, advierten los investigadores.
La crisis de Fukushima ocurrió en un país muy desarrollado, con uno de los más altos estándares de conocimiento científico e infraestructura tecnológica. “De haber ocurrido en un país menos equipado para gestionar las consecuencias de la catástrofe, el impacto hubiese sido mucho más serio para el mundo”, certifican los expertos.
Por ello, el profesor Rodríguez-Vidal aconseja elaborar análisis más locales, que consideren el efecto-sitio en cada central nuclear, y determinar la adecuación de las instalaciones que se han identificado en este estudio.
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