La labor desarrollada por ambos científicos en el campo de la medicina regenerativa, al establecer las bases para la reprogramación de células adultas en células madre le valieron el reconocimiento.
El investigador japonés indicó que sólo bastaban cuatro genes para que células adultas volvieran a un estado similar al de las células embrionarias, con lo cual se podían después diferenciar en cualquier otro tejido. Con ello consiguió lo que ya se conocen como iPS (células pluripotenciales inducidas por sus siglas en inglés).
Este material tiene la ventaja de que no es necesario un embrión para conseguirlo y en el futuro podrá aprovecharse con facilidad ya que como tienen los mismos genes de la persona en la que se va a usar, evitará el complicado problema de los rechazos.
Si bien Yamanaka ha dado los últimos pasos en este campo, fue el británico Gordon quien abrió la senda en esta faceta hace 40 años atrás, cuando demostró que el núcleo de cada célula mantenía la información para diferenciarse en cualquier otro tejido, y que lo que sucedía era que las instrucciones correspondientes se mantenían desactivadas.
Para ello, en 1962 realizó la primera clonación de un vertebrado: introdujo el núcleo de una célula intestinal de una rana en un óvulo y demostró que el embrión así creado se desarrollaba hasta la fase adulta.