La Inteligencia artificial hoy día podemos verla en todo, desde nuestros servicios de streaming a la hora de buscar mejor contenido, pasando por nuestros Smartphone y terminando con aparatos más simples como incluso licuadoras. Sin duda se trata de una revolución tecnologica que busca de algún modo llevarnos a espacios más complejos que de algún modo comienzan a parecerse a las películas que vemos en la televisión. Y es que ahora la Inteligencia Artificial (IA) la estamos viendo incluso en el arte. Y muchos informáticos piensan que los humanos deberían obtener el crédito por el arte hecho con IA.
En la industria, existe una tensión algorítmica de fuerza contundente: “Eficiencia, capitalismo, comercio” Frente a “Los robots están robando nuestros trabajos”. Pero para el arte algorítmico, la tensión es más sutil. Según la consultora McKinsey and Company, solo el 4 por ciento del trabajo realizado en la economía de los Estados Unidos requiere “creatividad en un nivel humano medio”. Entonces, para el arte computacional, que intenta explícitamente enfocarse en este pequeño pedazo del pastel vocacional, no se trata de eficiencia o equidad, sino de confianza. El arte requiere inversiones emocionales y frénicas, con el retorno prometido de una porción compartida de la experiencia humana.
Cuando vemos arte computacional, la inquietante y espeluznante preocupación es: ¿quién está al otro lado de la línea? ¿Es humano? ¿Podríamos, entonces, pensar que no sea arte en absoluto?
La promesa de los algoritmos tiene un atractivo popular potente. Las posibles aplicaciones más grandiosas de algoritmos con inteligencia artificial (IA) a menudo van precedidas de campos de prueba ostensiblemente más manejables, por ejemplo, los juegos. Es lo mismo para proyectos de arte por computadora. Hoy por ejemplo, vemos a personas que jamás en sus vidas fueron consideradas como artistas creando piezas únicas de arte a través de medios computacionales.
Un ejemplo de esto es la música electrónica como el deepjazz. Ahora mismo, existen aplicaciones creadas con IA que pueden ayudar a muchos informáticos a crear piezas musicales increíbles sin que esta parte humana tenga que ser un reconocido artista de la música. Sin embargo, no podemos negar que este es un proceso inmutablemente humano por lo que no nos deja duda alguna de que esto convierte en cierto modo a esta persona en un artista. Quizás pudiéramos llamarles artistas informáticos pero indudablemente lo son.
Esto hace que sea una obligación darles crédito por el arte que sus computadoras o su software crean o diseñan. Es espectacular no solo ver piezas de música sino incluso hasta pinturas, pues existen ciertos algoritmos que están siendo diseñados para aprender a pintar cuadros excepcionales con una creatividad que aunque dista mucho de la humana, ciertamente es propia del algoritmo.
Imaginamos que si los avances de la IA siguen creciendo, alguna computadora o robot puede que quiera exigir por completo sus derechos como artista, pero mientras que detrás de esa máquina exista un ser humano el crédito tendrá que ser compartido.